LA MADRE TIERRA


Dadora de vida, madre es sinónimo de protección y de generosidad. La buena madre nos acoge con ternura en su cálido seno, donde nos susurra que no hay nada que temer, y nos hace sentir seguros y  protegidos. Ella nos ama, alivia nuestro dolor, nos nutre, nos escucha y satisface nuestras necesidades tanto físicas como emocionales: nos proporciona alimento, calor, descanso, amor y comprensión.

Carol S. Pearson plantea al respecto la yuxtaposición “Inocente- Huérfano”, y explica que somos inocentes en la bondad del seno materno, o durante nuestra feliz y tierna infancia, y experimentamos orfandad cuando sufrimos un evento doloroso que nos hace caer de ese paraíso y sentirnos decepcionados. El inocente será esa parte de nosotros que, aún en la adversidad, siga sintiéndose salvaguardado por la eterna fuerza sustentadora de la Madre Tierra.
Lo que Ambika Wauters propone en su libro”Los Chakras y Los Arquetipos” es despertar dentro de nosotros mismos el arquetipo de la Madre Tierra, convirtiéndonos así en nuestras propias buenas madres, cesando de este modo de proyectar nuestras necesidades sobre la madre biológica o de buscar sustitutos de la misma en nuestras vidas.
El desarrollo en nosotros mismos del arquetipo de la Madre Tierra nos permitirá liberar a nuestra madre biológica de sus limitaciones y carencias en su función de madre, poder verla como persona y simple ser humano y asumir la responsabilidad y capacidad para satisfacer nuestras propias necesidades. Convertirnos en nuestras buenas madres es el don que nos ofrece Muladhara Chakra, pues cuando este primer centro energético se encuentra en óptimo funcionamiento, despierta en la persona la capacidad de autoabastecerse y procurarse a sí mismo cuidado y sustento.
“Cuando nos hieran o abusen de nosotros en el proceso de vivir nuestras vidas, podremos encontrar el amor dentro de nosotros e invocar a la madre para que nos ayude a sanar.” (Ambika Wauters, Los Chakras y Los Arquetipos)
El arquetipo de la Madre Tierra nos sustenta y a la vez nos convierte en árboles sustentadores. Echamos raíces que nos conectan con la vida y nos convierten en una extensión de la misma, sirviendo de alimento, cobijo y protección para otros seres.

Despertando a la buena madre en nuestra práctica de yoga

Mi primera maestra de yoga nos reconfortaba durante las clases con palabras maternales de ternura que instaban a cuidar el cuerpo y a tratarlo con amabilidad. Este cuidado y mimo del cuerpo sobre la esterilla acabó convirtiéndose también en una atención a mi integridad física y mental fuera de la misma.
La buena madre sería el sukha, el bienestar y la amabilidad del principio Sthira-Sukham, ese equilibrio perfecto entre ternura y firmeza que buscamos en la práctica de ásana. Afirmaciones sencillas como “trátate con ternura”, “deshaz la postura con delicadeza” o “concédete los descansos que tu cuerpo necesite”, pueden ayudarte a despertar el arquetipo de la buena madre en tu práctica y en tu vida, entrenándote de este modo en la auto-escucha y el auto-cuidado.

Estos son algunos ejemplos de visualizaciones y otros ejercicios para avivar a la madre en tu práctica:
⦁    Balásana (postura del bebé). Postura de descanso, con los glúteos hacia los talones y la frente apoyada sobre la tierra. Visualiza cómo con tu exhalación liberas preocupaciones o cualquier malestar a través de tu frente. La Tierra, sostenedora y regeneradora, lo recibe y lo transforma. Al inhalar, por tus fosas nasales, tomas un aire blanco, limpio y renovado. La Madre Tierra te escucha, te alivia, te sana.
⦁    Respiración nutritiva. En Tadásana (postura de montaña), sukhásana (postura fácil) o cualquier otra postura, atiende a tu respiración, observando el movimiento de expansión en tu caja torácica al inhalar, percibiendo cómo ocupas tu espacio, te nutres y te provees de prana y energía vital.
⦁    Postura de apertura de caderas, en la que flexionas la rodilla, abrazas la pierna con ambos brazos acercando la tibia al pecho y balanceas la pierna movilizando la inserción del fémur en la cadera. Realiza este movimiento como si acunaras a un bebé, con la misma suavidad y delicadeza con la que mecerías a un niño en tu regazo.
⦁    En Savásana, antes de quedarte en completa relajación, recítate mentalmente: “No hay nada por hacer. Permito que la sabiduría orgánica de mi cuerpo actúe por mí integrando los beneficios de mi práctica. Recibo. Integro. Confío.” Entra en un flujo pasivo, confiando en que la naturaleza te provee de todo cuanto necesitas. Permite que la rica Madre Tierra te surta y aprovisione.
⦁    Entra en Savásana (Postura de relajación tumbado sobre la espalda). Visualiza cómo con tu inhalación te elevas con la ligereza de una pluma, y cómo al exhalar desciendes, pesado, hundiéndote en la Tierra, y ésta te acoge con todo su amor y calor.
⦁    Al salir de tu postura de relajación, hazlo con movimientos lentos y delicados, con la misma suavidad con la que despertarías a un bebé ¿A que a un niño no lo despertarías bruscamente? Pues de igual modo no lo hagas contigo mismo.
⦁    Canta el mantra gobinde, invocando la energía primordial que te da apoyo, sostén y sustento.
⦁    Pregúntate durante tu práctica y en tu día a día: ¿Me estoy cuidando? ¿Me estoy nutriendo? ¿Me estoy escuchando?

La fábula de la madre y el cocodrilo

En el CD “Cuentos de Luz” editado por Gobinde podemos escuchar la voz de Siri Tapa narrando la siguiente fábula:
Un día caluroso de verano un niño decidió ir a nadar a la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera, se tiró al agua y nadaba feliz; no se daba cuenta de que un cocodrilo se le acercaba. Su mamá desde la ventana vio con horror lo que sucedía y corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que podía; el niño fue nadando hacia su mamá, pero fue demasiado tarde.
Desde el muelle la madre agarró al niño por sus brazos justo cuando el cocodrilo le agarraba sus pequeñas piernas. El cocodrilo era más fuerte, pero la madre era mucho más apasionada, tiraba con toda la fuerza de su corazón y su amor no la abandonaba. Un señor que escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con una pistola y mató al cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante, aún pudo llegar a caminar.
Cuando salió del trauma, un periodista le preguntó al niño si le podía enseñar las cicatrices de sus pies. El niño levantó la colcha y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo se arremangó y señalando hacia las cicatrices en sus brazos le dijo: "Pero las que usted debe ver son éstas, son las marcas de las uñas de mi madre, que no me soltó y me salvó la vida".
Tenemos las cicatrices de un pasado doloroso. Pero también tenemos las marcas de aquello que nos sostuvo con fuerza para que no sucumbiéramos.


Al igual que las raíces del árbol, que lo mantienen asido a la tierra aún cuando los fuertes vientos sacuden sus ramas y toda su estructura, nosotros también disponemos de una energía primordial sostenedora que nos conecta y aferra con tesón a la vida aún en las situaciones más hostiles y desafortunadas.

Bibliografía:

  • CD "Cuentos de Luz". Editado por Gobinde.
  • Wauters, A. (1996). Los Chakras Y Los Arquetipos, un viaje hacia el autodescubrimiento y la transformación. Editorial Edaf.
  • S. Pearson, C. (1992). Despertando los héroes interiores. Editorial Mirach.
  • S. Pearson, C. (1991). El Héroe Interior, Arquetipos de Transformación. Editorial Mirach.

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