EL HUÉRFANO
Como vimos en el artículo anterior, el Inocente, a pesar del dolor, acabará recobrando la esperanza y el entusiasmo por la vida. Sin embargo, el Huérfano, tras la misma experiencia dolorosa, dejará de confiar; se sentirá víctima, impotente, solo, decepcionado y pasará a percibir el mundo como un lugar hostil. Es, junto a La Víctima, arquetipo de un Muladhara Chakra desequilibrado o en mal funcionamiento.
El arquetipo del huérfano se activa por una experiencia dolorosa, especialmente durante la infancia; son niños que han sido privados de protección parental por fallecimiento, abandono, abuso o negligencia de sus padres, o bien niños que no se sintieron seguros, ni protegidos, ni suficientemente apreciados en su entorno.
Todos sufrimos orfandad en varios momentos de nuestra vida, una especie de “caída del paraíso”que nos hace ver que la vida no es siempre justa ni como esperábamos que fuera ( Ejemplos: el maestro que fue injusto con nosotros, ese amigo o amante que nos traicionó, aquel momento en el que fuimos humillados, o aquellas instituciones que debieron protegernos y no lo hicieron). Pero la orfandad es parte ineludible en el proceso de crecimiento, es una llamada al despertar, una invitación a afrontar la realidad, a abrirse a la verdad y al dolor, y a recibir ayuda de los demás.
“Nos dejan huérfanos los fallos de nuestros padres simplemente humanos. Y así como todos recibimos heridas, somos todos criados por padres heridos en diversos momentos de sus propias travesías. Somos muy afortunados si nos tocan en suerte progenitores que han admitido sus heridas y hallado formas de comenzar el proceso para restañarlas.” (Despertando los héroes interiores, de Carol S. Pearson)
El huérfano siente que nadie vendrá en su ayuda, exiliado, apartado del Edén, viaja a veces por el mundo sin encontrar un hogar. Es pesimista y su autoestima se encuentra lesionada; se desmorona ante cualquier pequeño fallo, viviéndolo como una confirmación de su ineptitud, o incluso busca inconscientemente cometer dichos fallos para reafirmar las ideas negativas que tiene sobre sí mismo. Se conforma con trabajos, amigos y amantes muy alejados de lo que un día pudo soñar, renunciando a sus sueños, y en definitiva, a su esencia y verdadera naturaleza.
“Cuanto más falsas son las vidas que llevamos para eludir el dolor, tanto más huérfanos y desilusionados nos sentimos”, afirma Carol S. Pearson.
“Las figuras opresivas de la infancia pueden convertirse en habitantes permanentes de la vida interior”- sostiene Carol S. Pearson- y es que frases como “No vales nada” o “No haces nada bien”, quedarán grabadas en su mente en forma de opresor o tirano interno, que se encargará de repetírselas aún cuando tal figura ya no esté presente físicamente, impidiendo la expresión de su ser esencial, produciendo un bloqueo en su 5º Chakra, Vishudda, además de un vacío a nivel visceral en el plexo solar.
Como declara Freud “Una persona madura es la que ha conseguido perdonar a sus padres”, pues madurar consistirá en darse cuenta de que todos sufrimos, todos somos heridos y todos necesitamos el amor y la ayuda de los demás.
La orfandad es esencial e inevitable en el transcurso de nuestro desarrollo personal y debe verse como una oportunidad e invitación para:
⦁ Aceptar las cosas como son, pues frecuentemente la vida se nos presenta de una forma muy diversa a como esperábamos que fuera. Asimismo, aceptar que tenemos padres simplemente humanos y no perfectos.
⦁ Dejar de depositar la responsabilidad de lo que nos sucede en los demás, tomar las riendas de nuestra vida e ir en la búsqueda de lo que nos hace falta.
⦁ Reconocer nuestras heridas y abrirnos a recibir la ayuda de los demás.
⦁ Abrirnos al dolor y compartirlo.
⦁ Despertar la compasión hacia los demás, que también sufren, y de este modo ser capaces de perdonar. Perdonar no es restar importancia a lo que nos sucedió, ni tampoco justificarlo, sino comprender que detrás de aquel acontecimiento estaba el sufrimiento o la herida de la otra persona, y poder así liberarnos de los sentimientos negativos que nos produce y que no nos permiten vivir una vida plena.
Cuando la orfandad alcanza niveles más profundos, el huérfano, huyendo del dolor, puede caer en el consumismo, la desesperación por complacer y lograr amor, la ambición sin sentido o el consumo de drogas. Pueden adoptar conductas criminales, adicciones o comportamientos no éticos o inhumanos. “Al vivir en un mundo de víctimas y victimarios, el huérfano puede elegir pasarse al otro bando (…) prefiriendo abusar de sí o de otros en lugar de identificarse con su sufrimiento interno”. (Carol S. Pearson)
Estas personas necesitan ayuda, amor y apoyo, aunque se muestren muy reacias a recibirlo. Es preciso que no nos desentendamos de ellos. “Si sentimos la tentación de ignorarlos tal vez sea porque estamos negando la parte de nuestro interior que es capaz del mismo cinismo, autodestrucción y traición a nosotros mismos y a los demás” (Carol S. Pearson). Esto sería en lenguaje jungiano la proyección de la propia sombra, es decir, la transferencia inconsciente sobre otra persona de elementos psíquicos subjetivos rechazados, un mecanismo de defensa que a menudo se manifiesta con un sentimiento de rechazo hacia otros que esconde una parte no integrada de la propia personalidad.
Bibliografía:
- S. Pearson, C. (1992). Despertando los héroes interiores. Editorial Mirach.
- S. Pearson, C. (1991). El Héroe Interior, Arquetipos de Transformación. Editorial Mirach
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