RELATO: Una Fórmula para muchas vidas
Karuna
era un fervoroso practicante de yoga. Había descubierto su
naturaleza y vocación espiritual y consagraba su vida a la misma.
Sin embargo, desde hace un tiempo sentía insatisfacción.
“Perdóname,
Señor, por lo que voy a confesarte”- dijo en sus meditaciones-
“¡Pero es que me siento defraudado por el yoga! Yo, que practico
cada día, con constancia y gran dedicación, debería sentirme feliz
y dichoso, y sin embargo hace tiempo que no siento la bienaventuranza
que solía experimentar. ¡Tal vez ha llegado el momento en el que
debiera ingresar definitivamente en un monasterio, dedicarme
totalmente al espíritu y aprender técnicas más avanzadas! ¡Si
alguien que haya caminado estos senderos en los que ahora yo me hallo
perdido pudiera guiarme!”
Como
las plegarias hechas con corazón siempre son escuchadas, al día
siguiente obtuvo respuesta a las mismas, y su libro de los Yogasutras
de Patañjali, cual sol de la mañana que todo lo ilumina, se
abrió en el sutra I.30, desplegando ante sus ojos un listado de
obstáculos o dispersiones de la mente con los que todo yogui se
encuentra a lo largo de su camino.
“¡Tranquilo,
Karuna!” - dijo una voz- “Por donde estás pasando han pasado
otros muchos antes , y han dejado un exhaustivo método que recoge la
experiencia de todos ellos en el recorrido del camino que tú ahora
apenas empiezas a transitar.”
“Mira,
Karuna”- dijo señalando con su dedo el yogasutra I. 31- “Tu
frustración o pesar es un síntoma de que tu mente se ha distraído
o coloreado. Revisa tu sadhana. No descuides tus emociones”-
sugirió moviendo su dedo hasta el yogasutra I.33-, “Aplica yama y
niyama, cumple con tus obligaciones terrenales. ¡Despójate de
cualquier deseo mundano o celestial!”- El rostro de Karuna se tornó
entonces especialmente meditabundo.-“¡Claro, Karuna!”- exclamó
la voz mientras hojeaba el libro retrocediendo a las primeras páginas
del primer capítulo- “¿O es que habías olvidado el segundo
ingrediente de la fórmula yóguica, el inseparable y eterno
acompañante de tu vehemente práctica, sin el cual el método no
funciona?”
“Aunque
hayas experimentado el Espíritu o el Ser”- prosiguió- “sigues
afectado por la materia y las gunas; lo que haces, lo que no haces,
lo que piensas, lo que sientes, lo que dices, lo que no dices, lo que
deseas, lo que no deseas, lo que comes, ...Todo ello mueve las gunas
y su proporción. Para experimentar la dicha y bienaventuranza que
anhelas, debe imperar en tu mente la guna sattva, que le
devuelve la transparencia y quietud capaz de reflejar el Espíritu.
Por ello estamos abocados a la acción, a la audaz y constante tarea
de discernimiento de la acción virtuosa, la emoción inteligente, la
palabra correcta o el pensamiento diestro a cada momento, a la vez
que a desasir cualquier tipo de deseo” La Bhagavadgita empezaba a
cobrar sentido para Karuna.
“No
necesitas ingresar en un monasterio, ni hay técnicas espirituales
más avanzadas que puedas aprender. El método, como ves, da para
muchas vidas y es siempre el mismo: práctica (abhyasa) y
desapego (vairagya). La complejidad a medida que avanzas
radica en lo sutil que deviene su ejercicio.”
Karuna
se sintió abrumado ante la vastedad del camino escogido y una
singular sensación de imposibilidad de huida.
Pero
al día siguiente despertó con una nueva prestancia, la del aplomado
caminante que se prepara para un largo recorrido de muchas vidas.
Unió sus manos en Namaskarasana y, acercando su frente hacia
el suelo, se postró en señal de gratitud, humildad y reverencia.
Comentarios
Publicar un comentario